Sesgos cognitivos y decisiones: Cuando se interpretan los hechos...

Sesgos cognitivos y decisiones: Cuando se interpretan los hechos...
Artículo jul 02, 2025 4 minutos
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Tomar una decisión es siempre una tarea compleja: implica muchos elementos, son implicadas e inciertas por naturaleza, y llevan asociados riesgos reales de error. En estos contextos, nuestro pensamiento utiliza atajos mentales, conocidos como heurísticos, que pueden perjudicar nuestro juicio. El riesgo de sesgo cognitivo es, por tanto, especialmente elevado.

Estos sesgos afectan a nuestro razonamiento y distorsionan nuestra percepción de las situaciones, filtrando la información a través del prisma de nuestro propio funcionamiento, cuando menos objetivo. Veamos cuatro de los sesgos clásicos más frecuentemente observados.

¿Qué es el sesgo cognitivo?

Piensa en tu mente como en un potente ordenador, con pequeños procesos conocidos como sesgos cognitivos. Éstos influyen sutilmente en nuestra toma de decisiones cotidiana, como un filtro que distorsiona nuestra percepción de la realidad. Uno de los más fascinantes es el sesgo de autoridad, que nos empuja, casi a pesar nuestro, a doblegarnos ante las figuras de autoridad, silenciando a veces nuestro preciado espíritu crítico.

El famoso psicólogo Stanley Milgram puso brillantemente de relieve este fenómeno, demostrando cómo el argumento de autoridad puede hacernos aceptar situaciones que normalmente rechazaríamos. Una sola persona en posición de autoridad puede ejercer una influencia desmesurada en nuestras decisiones, sin ni siquiera tener que demostrar la validez de sus argumentos. Lo más inquietante es que el sesgo de confirmación refuerza esta tendencia, haciéndonos descartar de forma natural puntos de vista que no encajan con nuestra visión preestablecida.

Esta fascinante mecánica de la mente ha interesado especialmente a Daniel Kahneman, el brillante investigador galardonado con el Premio Nobel que ha dedicado su carrera a entender cómo estos sesgos cognitivos rigen nuestras decisiones, llevándonos a veces a una espiral de compromiso creciente de la que resulta difícil salir.

Sesgo de confirmación

En psicología, el sesgo de confirmación es sin duda uno de los atajos mentales más naturales de nuestro pensamiento. Como ha demostrado Daniel Kahneman (uno de los padres fundadores del sesgo cognitivo), influye en nuestro razonamiento haciéndonos filtrar inconscientemente la información según nuestras ideas preconcebidas, creando una verdadera ilusión de validez. Esta forma en que nuestro cerebro procesa la información que recibimos afecta profundamente a nuestros juicios: sin darnos cuenta, utilizamos esta heurística para seleccionar sólo aquellas preguntas y datos que confirman nuestras creencias iniciales.

Ante cada nuevo acontecimiento, tendemos a validar nuestras hipótesis originales, sin tomarnos realmente el tiempo o la molestia de ponerlas a prueba. Este fenómeno es especialmente agudo en situaciones de emergencia y bajo presión, donde nuestro juicio se vuelve aún más vulnerable a estas distorsiones cognitivas.

Sesgo de autoridad: el jefe siempre tiene razón

La psicología nos muestra cómo nuestro pensamiento utiliza atajos mentales sorprendentes. Tomemos esta situación clásica: una reunión importante en la que tu juicio debe tener en cuenta múltiples elementos. Aquí es donde nuestro razonamiento puede jugarnos una mala pasada a través del sesgo de autoridad, uno de esos heurísticos que nos hace creer en una decisión perfectamente racional.

Cuando se produce un acontecimiento crucial, tendemos a dar más peso a la información procedente de figuras de autoridad. Nuestros juicios se ven entonces influidos por la forma de expresarse de un experto reconocido, un líder carismático o un directivo experimentado, lo que crea una peligrosa ilusión de certeza.

Este reflejo es especialmente fuerte en tiempos de crisis, cuando buscamos instintivamente puntos de referencia tranquilizadores. Es natural, pero cuidado: incluso el directivo más competente puede tener una visión limitada de la situación. Las mejores ideas a veces vienen de las personas más inesperadas, como un colega sobre el terreno que conoce la realidad cotidiana del problema.

En pocas palabras: ¡es como elegir sistemáticamente el restaurante sugerido por el amigo más elocuente, mientras se ignoran los consejos del aficionado más reservado!

Sesgo de conformidad: ¿atreverse a ser diferente?

En el vasto mundo de los sesgos cognitivos, el sesgo de conformidad revela una fascinante dimensión social de nuestro cerebro. Las ciencias del comportamiento nos muestran cómo cada individuo, enfrentado a la presión del grupo, puede ver sutilmente transformados sus pensamientos.

Imagina la situación: estás en una reunión y tu información contradice la opinión predominante. A pesar de tu experiencia, tienes una fuerte tendencia a alinear tus ideas con las de la mayoría o las personas influyentes. Esta distorsión cognitiva es especialmente poderosa cuando dudamos de nuestras competencias: frente a un grupo unido o un directivo carismático, corremos el riesgo de cometer el error de silenciar nuestra visión, aunque sea pertinente y esté justificada.

Porque en la realidad de la dinámica cognitiva de grupo, oponerse a una opinión dominante requiere mucho más que la simple certeza de tener razón. Hay que navegar por las complejas aguas de los juegos de poder, las alianzas sociales y las jerarquías establecidas. Es como nadar contra corriente: aunque sepas la dirección correcta, la fuerza de la corriente puede parecer insuperable.

Sesgo de pericia: seguro de saberlo... ¿seguro de equivocarme?

He aquí una paradoja fascinante que demuestra cómo nuestro cerebro puede jugarnos malas pasadas: en muchos campos, los expertos más avezados son a veces víctimas de sus propios prejuicios. Sus pensamientos, forjados por años de experiencia, pueden llevarles a cometer errores de juicio sorprendentes.

¿Por qué? Su experiencia puede crear una forma de exceso de confianza cognitiva. Mientras que un profesional con menos experiencia abordará cada situación con cautela, tomándose el tiempo necesario para comprobar su información y desarrollar su razonamiento, los expertos a veces pueden sacar conclusiones demasiado rápido. Sus capacidades cognitivas, por excepcionales que sean, pueden paradójicamente perjudicarles cuando creen que "lo saben todo".

Es como un gran chef que, basándose en su experiencia, deja de probar sus platos: a menudo su intuición será acertada... pero el día que un ingrediente sea diferente, ¡corre el riesgo de pasarlo por alto! Esta situación se vuelve especialmente crítica en tiempos de crisis, cuando cada caso es único y una información crucial puede esconderse en un detalle aparentemente insignificante.

Efecto halo y otros sesgos: cómo nos influyen...

Los sesgos cognitivos son como filtros invisibles que tiñen sutilmente nuestras decisiones cotidianas, mucho más allá de las que acabamos de enumerar.

Por ejemplo, el efecto halo, ese artero atajo mental que nos hace emitir un juicio global de una persona basándonos en una única cualidad que nos atrae, eclipsando cualquier análisis genuinamente crítico. Es como si una sola estrella brillante nos impidiera ver el resto de la constelación.

Nuestra mente también tiene una fascinante tendencia a buscar conexiones donde no siempre las hay. Se trata del sesgo de correlación, que nos lleva a ver vínculos de causa y efecto entre acontecimientos que simplemente son simultáneos, como pensar que llevar una determinada corbata trae buena suerte porque has tenido éxito en una presentación importante mientras la llevabas puesta.

En nuestra búsqueda de confirmación, recopilamos argumentos que refuerzan nuestras creencias preexistentes, como un coleccionista que sólo conserva las piezas que le gustan. Esta distorsión puede tener importantes repercusiones en nuestro trabajo, sobre todo en las empresas, donde corremos el riesgo de restar influencia a los perfiles atípicos o a los expertos que se atreven a desafiar el consenso.

Sin embargo, existe un poderoso antídoto: un equipo que cultiva la diversidad de opiniones y se basa en métodos científicos rigurosos desarrolla un cerebro colectivo más agudo y eficaz. Las decisiones más ilustradas surgen de una confrontación amistosa de perspectivas.

¿La solución? Más conciencia y más colectividad.

Entender cómo funciona nuestro cerebro es el primer paso para controlar nuestros sesgos cognitivos. Aunque nuestros pensamientos y juicios están naturalmente influidos por estas tendencias, podemos aprender a reconocerlas y limitar su efecto.

Por supuesto, es imposible ser perfectamente objetivo: nuestro razonamiento siempre estará teñido por nuestra experiencia. Pero podemos desarrollar una conciencia cognitiva más fina, como un detective que examina su propia información y percepciones en busca de posibles distorsiones. Es como ajustar la distancia focal de una cámara para obtener una imagen más nítida.

La clave también está en compartir, comparar puntos de vista y conocernos a nosotros mismos. Las herramientas modernas (tests de personalidad, evaluaciones cognitivas, feedback de 360°) nos ofrecen una valiosa paleta para multiplicar las perspectivas, conocernos mejor y reducir así el riesgo de cometer errores de juicio. Es fascinante ver cómo estos distintos enfoques pueden complementarse para crear una visión más rica y equilibrada.

Porque no lo olvidemos: la inteligencia colectiva es nuestra mejor defensa contra los prejuicios individuales. Es como si cada miembro de un equipo aportara una pieza única del rompecabezas, lo que nos permite ver juntos el cuadro completo con mayor claridad.

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